La verdad se nos revela, lo que sea que esto signifique, porque la buscamos y también porque la sabemos esperar. A ratos esquiva, a ratos presta y desnuda como la vida misma, que a veces nos suelta las pistas, y otras veces las vuelve acertijo. Aún lo ama. Lo dicen sus ojos, lo cuenta su cuerpo. Él es de la disciplina que atrae, la fuerza que seduce, del orden que todo lo puede y que alcanza los objetivos. Él es el de ser puntual en lo que quiere: como la flecha que acierta en la diana, como el infante que cumple con lo encomendado, como el militar que -con honor y valentía- cumple y se cumple. Son del mundo del honor, de los guerreros, de los gladiadores, y también de los caballeros que aprenden a matar y a morir. Son también la tristeza detrás de tanta honorabilidad, la fragilidad detrás de tanta fuerza. El deseo desbordado que conduce al desorden, que los hunde en el fracaso. ¿Dónde quedaron los sacrificios por amor? ¿Qué hay de la entrega de la vida por acompañar al otro? En...