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Mostrando las entradas de 2008

Las montañas

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Estruendo, avalancha, silencio, polvo, todo ha terminado. Una vez más se sacude el corazón al ver que nuevamente las montañas que nos protegen y abrazan se vienen contra nosotros, dejándonos dolor y desolación. Una vez más llega el silencio y la pregunta de cuántos más morirán, de cuándo será el día que podamos vivir tranquilos sin tener que mirar hacia arriba temiendo que la montaña en cualquier momento se venga contra nosotros a cobrarnos que la herimos, que le hicimos un mal corte para poder asentarnos allí y tener una vista imponente que domina el resto de ciudad. ¿Cuándo pasará un año sin hablar de víctimas humanas a causa de los deslizamientos en Medellín?, en esta ocasión varios medios se llenaron la boca diciendo “en un exclusivo sector”, pero eso no importa porque El Socorro, El Poblado, y tantos otros lugares de la ciudad que sufrieron y sufren continuamente con la realidad de los deslizamientos hacen parte de una única problemática que urge solucionar: no basta decir que e

Las víctimas

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Frente a la desaparición de un ser querido, todas las generaciones de las familias se unen. El 26 de agosto de 2008 fui a cubrir al Palacio de Exposiciones una convocatoria del Gobierno nacional con la que congregaron a las víctimas del conflicto que vivían en Antioquia. Al llegar me sorprendió ver tanta gente, toda reunida allí por la misma causa: habían perdido seres queridos en esta guerra fratricida y absurda que lleva cincuenta años y a la que cada vez se le mezclan más problemas. Me puse a pensar y llegué a la conclusión (puede que para muchos sea una tontería pero no me importa) que las víctimas son personas como vos y yo, que no cometieron ningún error en la vida como para ser asesinados, sólo tuvieron mala suerte porque coincidieron en el momento y lugar preciso para encontrarse con la muerte. La diferencia entre una víctima y yo es la suerte, nada más. El párrafo siguiente fue escrito en el “muro del recuerdo” de ese evento. Hoy David sería un joven de 17 años y

Lluvia

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En menos de media hora las nubes se encargaron de oscurecer el cielo y hacer aún más negra de lo normal la noche. Lo que en mi ventana era un tintineo suave se convirtió en un concierto constante de notas graves, unas más fuertes que otras, gotas que en su caer vertiginoso buscaron el destino inexorable, la tierra, que de tanto acogerlas no aguantó más y las dejó correr.

Las cometas y la vida

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Elevarse y dejar volar los sueños y las personas que amas, sonreír al verlos a ambos revolotear entre las nubes (blancas, grises, rojas o amarillas), enorgullecerse por saber que llegaron tan alto. Juguetear como pequeños así estemos grandes, sentir inquietud al pensar cuál será su fin: ¿se enredará en un alambre?, ¿se quedará para siempre en un bache de la vida? Dejar que ambas inevitablemente se mojen, tengan problemas y vicisitudes, no hay elevada de cometa sin nubes negras y sin algodón de azúcar para hacerlas más dulces. Volar con los dos, y cuando llegue el momento enredar la pita, recoger las colas, guardar la cometa y continuar buscando el viento favorable, en otro tiempo y en otro lugar.

En el Metro

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El Metro de Medellín es un buen lugar… Para sentirse muy cerca del otro Para sentirse más veloz que los carros Para esperar la luz del tren Y para dormir cuando vas trasnochado para clase, pero esa foto sí se las quedo debiendo.

Letreros de bus

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Siempre disfruto cuando me subo a un bus y encuentro un letrero, una "calca" o un aviso. Casi siempre hay algo que me llama la atención en ellos, que no comprendo bien o que me hace sonreir. Para muestra dos botones: Está bien... Pero me podría decir, ¿Para dónde iba?

Especialista en hacerle la vida imposible a la gente

El taxista se especializaba en hacerle la vida imposible a la gente, ¿cómo? Jodiendo -en el segundo sentido de la palabra- a los demás. Sin tener una razón aparente, por el simple gusto de pelear, de desgastar la existencia en tonterías, en vanas y fútiles discusiones bizantinas: “es que a mí me encanta pelear con estas viejas”, decía, con brillo en los ojos.   “Una vez le saqué la rabia a una mujer y ella me hizo fuck you ”, comentó con orgullo el taxista en ese trancón interminable de la regional. En ningún momento quitaba los ojos del carro de adelante, en el que iba una mujer, tranquila y conversando con su amiga para disminuir el tedio de la inmovilidad. De un momento a otro comenzó el asedio: sentía satisfacción cuando se acercaba exageradamente al carro de la inocente mujer, no le importaba correr el riesgo de chocarse, al contrario, aumentaba las revoluciones de su Renault 9 y pitaba exacerbado. “Boba”, le decía como si le escuchara. No paraba de hacer gestos y muecas a

La actualidad

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La información que llega a nuestras manos diariamente es cada vez mayor,  saber elegir la correcta es la tarea. Nada más efímero que la noticia que imprimen los rotativos, que vocean en las emisoras alarmistas como Darío Arizmendi, nada más etéreo que la nota de cincuenta segundos que sale en televisión y la información que revisamos en internet sobre un “trascendental”   acontecimiento, sobre la “noticia del siglo”, sobre el coyuntural momento que pasamos y que traerá consecuencias para las próximas generaciones. En la carrera frenética del día a día dicen que lo mejor es estar informado, saber qué sucede en el país y en el mundo... Yo caí en la trampa y cada que puedo tomo un periódico, escucho radio o reviso internet para ver qué es lo que pasa. Pero en últimas, ¿para qué saber lo que pasa si cada cinco minutos cambia?, ¿para qué saber la noticia del día si dura precisamente eso, solamente un día?, ¿para qué atender con suma gravedad el último “y más sonado escándalo” de los últ

Atardece

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Atardecer desde Santo Domingo Savio Atardece, la luz efímera se va sin preguntar si la necesitamos. El día languidece y la hora que separa el día de la noche es un instante etéreo. Aprovechá el momento, eternizalo en el presente, buscate y no te diluyás en tanto insulso ruido. Perdete para que te encontrés más fácilmente, conocé lo más que podás, no olvidés lo que fuiste y lo que sos, y por nada del mundo te escudés en el miedo para dejar de actuar.

La vecina

En frente de mi casa vive una mujer morena, rolliza, de cabello corto, negro y con algunas canas. Su mirada es clara, su hablar fuerte y a veces estridente, guarda en su rostro una sonrisa permanente y unas carcajadas retumbantes. Se vino de Urrao no sé por qué razón, pero nunca olvida su tierra y por eso todos los días la observa en la fotografía más grande de su casa, en la que se ve un río serpenteante rodeado por el verdor lleno de vida de las montañas de Antioquia y allá, a lo lejos, un caserío lleno de casitas del color de los ladrillos.   Se llama Mercedes, yo la saludo con un respetuoso “Doña Mercedes” las pocas veces que me la cruzo en el camino. Son pocas porque la señora nunca se mantiene en casa, nunca le da tiempo a la soledad para que la abrace y se quede con ella. ¿Qué tiene la vejez que uno la relaciona de inmediato con soledad?, ¿por qué nos quedamos solos cuando estamos viejitos?, lejos de pensar que la causa ilógica está relacionada con la muerte de todos los c

¿Por qué Pirulín con cola?

Pirulín con cola, pirulín con cola: que dos palabritas hacen una sola. En estos días de finales, en los que todos queremos salir a vacaciones y ya se empiezan a ver los adelantados alumbrados navideños -que en Medellín comienzan desde septiembre- me detengo un momento a contarles por qué el nombre de mi blog. Una vez estaba en casa de mi prima Maria Antonia -una pequeña de cinco años- cuando ella comenzó a cantar esta canción, que en original es entonada por los niños de Cantoalegre en Un, dos, tres por mí y por todos . La sensación que me despertó fue de sorpresa y alegría, verla cantar con la energía y candidez que solo tienen los niños fue recordar aquellas épocas en las que el tiempo no pasaba, tiempos en los que el único afán era salir al parqueadero a jugar con los amiguitos o esperar en la ventana de mi casa la llegada de mi abuelita, con quien jugaba tardes sin término para después caer rendido, dormido, al lado de alguien que vigilaba nuestro sueño. La niñez es como un su