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Mostrando las entradas de mayo, 2010

Memoria

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No pensés, te lo vuelvo a repetir, que serás eterno, que tus palabras perdurarán, que te sucederás en tus hijos y nietos. No creás en los engaños que suponen los recuerdos. Nosotros los seres humanos no somos recuerdo sino olvido. Decís que recordás, por supuesto, yo también recuerdo; pero eso que llamás memoria, que llamás recordar, no es nada. Procúrame un recuerdo certero y preciso de lo vivido, de la persona que decís amar y nunca olvidar, ¿qué respondés? Nuestra memoria es tan frágil como nosotros mismos, por eso nos inventamos la escritura y los archivos (donde olvidamos lo escrito). Hoy me doy cuenta que construyo memoria procurando olvidarla. No, pero tampoco es así. Todos los días construyo memoria porque la valoro y porque sé que, pase lo que pase, puede que algún día vuelva a ella o puede que alguien vuelva a ella. Lo triste, o más bien lo real, es que la memoria es un capricho, una mentira.

Dos imágenes más de unas impresiones bogotanas incompletas.

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El tiempo apremia, los finales no dejan respirar. Mientras tanto les dejo dos carteles que están en La biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, en ella hay una exposición que se llama "Las palabras que nos cambiaron: lenguaje y poder en la independencia". Con ambos me identifico en la libertad que debe existir de decir lo que se piensa y de contar lo que sucede. Me parecen muy acordes con estos tiempos en los que se habla de libertad de expresión y de prensa; muy a propósito para estos días en los que se manosean palabras como patria, ciudadano, Democracia. Términos que -si bien no deben mantenerse limpios ni puros porque su papel está en acompañar a la gente de a pie que los debe conocer, tocar y sentir- deberían ser menos maltratados por los políticos, los periodistas y demás.  ("Memorial de agravios")

Tres días de impresiones bogotanas

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Estridencia, caos, desorden, diversidad, emoción, pequeñez, suciedad, vida, estilo, elegancia, pobreza, contrastes... Tantas son las palabras que le caben a esta ciudad como tantas las expresiones y los silencios que guarda, indolente. Bogotá se habita, visita, insulta, ama y padece. A Bogotá se le seduce mientras ella te coquetea. Pero cuidado, no estoy enfermo ni es fiebre capitalina. Hace frío y no tengo ansias de protagonismo. Lo que siento en esta ciudad es la tranquilidad que me produce el anonimato, saberme uno entre millones, saber que no importo, que soy nadie y que nadie me reconoce.  Me gusta esta capital a ratos gris y a ratos clara. Me gusta este lugar así me sangre la nariz por el frío que corta y reseca. Sin conocerla, me gusta Bogotá, porque me atrae lo ilimitado, lo oculto, lo que está por explorarse, y esta ciudad es siempre acto en permanente potencia. Aquí todos van de afán, y muchos son hoscos y tienen rostro duro: ¿qué más se podría esperar de personas que pasa