Los jueces lo
utilizan a diario en millones de campos de juego para impartir orden y las
mujeres en Antioquia lo aprendieron a usar contra la violencia intrafamiliar y
de género de la que son víctimas.
Un simple silbato
ha logrado evitar que golpeen a las mujeres en los campos de Antioquia, en las
calles de Medellín, en los cuartos de sus hogares que dejan de ser refugio para
convertirse en cárcel.
Ya probó su
efectividad. Rocío Pineda, secretaria de equidad de género de la Gobernación y
reconocida defensora de la mujer, lo ha usado en cinco episodios de violencia
de género que ha presenciado en las calles y no se ha rajado.
El ruido
ensordecedor los distrae de la pelea y los disuade de los golpes. Incluso se conoce el caso de una adolescente a
la que salvó de ser violada en el baño del colegio por parte de sus compañeros
de clase.
Su uso es
sencillo y recomendable: guarde en la cosmetiquera, o en algo que siempre lleve
con usted, un silbato –sirven hasta los de piñata– y acciónelo cuando vea a una
pareja discutir e irse a los golpes, o cuando usted misma se vea en peligro.
El pito
también se ha probado en el campo. El Movimiento de mujeres cuenta con orgullo
el ejemplo de unas campesinas de Barbosa. En las noches, el sonido de un
silbato interrumpía la paz y alertaba de una violencia inminente.
Era la señal
de que en una casa estaba siendo violentada una mujer. El ruido iba pasándose
de finca en finca porque todas lo replicaban. Mientras aumentaba el barullo las
mujeres salían al camino rumbo a la casa del agresor que, viéndolas congregadas,
no tenía de otra que abandonar sus intenciones.
El pito es una
versión más económica que el tábano y el espray de ají picante. Además de
alertar, congrega, da confianza y obliga a romper el silencio que ronda la
violencia de género.
A muchos les parece un chiste o una locura, pero este
simple aparato ya ha ayudado a salvar vidas de mujeres que estaban en peligro.
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