Incendian otro bus por el corregimiento El Granero de Toledo, Antioquia.




Volverán a salir de detrás de estos montes. Lo harán sin previo aviso. Alguien les avisará desde el pueblo, en Toledo, que ya va subiendo el bus para Medellín y ellos impedirán su avance en El Granero, a menos de media hora entre verdes yermos y otros más oscuros de tomateras de árbol que están en la margen izquierda del camino.


Así son las cosas en el Norte de Antioquia, ayer un carro más incendiado. Hace quince días quemaron otro, y hace un mes que pasé por ese camino habían quemado otros dos con intervalos similares de una semana. Quieren hacerse notar, recordarle a la gente que están allí y que no se irán. Nada cambiará.

En cambio, para algunos la vida se transforma definitivamente. Una mujer en el pueblo, a la que bajaron del bus que iba para Medellín hace un mes, dice que su hijo no quiere volver a la capital. El sonido ensordecedor de un carro explotando lo atemorizó, a tal punto, que no quiere repetir esa experiencia.

Todo este barullo será mañana una mancha negra más en la carretera, una historia olvidada, el riesgo inminente que –por cotidiano– ya es costumbre. 



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