Nada más efímero que la noticia que imprimen los rotativos, que vocean en las emisoras alarmistas como Darío Arizmendi, nada más etéreo que la nota de cincuenta segundos que sale en televisión y la información que revisamos en internet sobre un “trascendental” acontecimiento, sobre la “noticia del siglo”, sobre el coyuntural momento que pasamos y que traerá consecuencias para las próximas generaciones.
En la carrera frenética del día a día dicen que lo mejor es estar informado, saber qué sucede en el país y en el mundo... Yo caí en la trampa y cada que puedo tomo un periódico, escucho radio o reviso internet para ver qué es lo que pasa.
Pero en últimas, ¿para qué saber lo que pasa si cada cinco minutos cambia?, ¿para qué saber la noticia del día si dura precisamente eso, solamente un día?, ¿para qué atender con suma gravedad el último “y más sonado escándalo” de los últimos tiempos si mañana me van a salir con un escándalo todavía mayor?
En Colombia la gente tiene el derecho legítimo a no leer prensa, a no escuchar radio informativa, a no mirar los periódicos en internet y sobre todos los derechos, el derecho a no ver los informativos de televisión, en especial el de RCN, que no informa sino que exhibe y angustia.
No hay necesidad de leer ninguno de estos medios porque podemos vivir incluso más tranquilos sin saber que Alberto Santofimio va a salir libre porque no encontraron las pruebas suficientes para inculparlo en el asesinato de Luis Carlos Galán; viviría más tranquilo aquel que alejado de los avatares de los medios se dedica a sembrar su huerta escuchando música, dulce melodía que lleva a lugares inimaginados.
La naturaleza es ejemplo que todo tiene un tiempo deteminado para desarrollarse, no hay afán, de cualquier modo se llegará al final.
Más tranquilo vive aquel que solo se preocupa por su equipo de fútbol, por la modelito que se casó o por los yuppies que están emergiendo en el país. Más vale vivir la vida dejando pasar la actualidad -que muchas veces no nos ayuda a gestionar nuestra cotidianidad-, que ser completamente esclavos de lo último que se ha dicho.
Todos tienen derecho a estar informados o desinformados. Yo preferí la primera porque no me gusta que me engañen ni que me metan los dedos a la boca. Yo prefiero ser esclavo de las rotativas y de los radios así de vez en cuando me desconecte por un buen rato de esta frenética producción de información que nos invade.
Comentarios