Cuando estaba pequeña me enseñaron, a fuerza de costumbre, de la vergüenza . Me dijeron, por ejemplo, que no debía sentarme con las piernas abiertas y mucho menos levantarme la falda para dejar a la vista los cucos, esos que todos querían que fueran ocultos, secretos.
Hoy me desvergoncé y abrí lo más que pude las piernas para que la dicha y el placer entrara por ellas.
Hoy me desvergoncé y abrí lo más que pude las piernas para que la dicha y el placer entrara por ellas.
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