Como acto pagano y montañero me gusta esperar diciembre, aguardar hasta medianoche e ir escuchando el rumor creciente de la pólvora, de la música y de la celebración. Este año, como desde hace más o menos seis, esperé con una idea diferente: más que ver quería que lo esencial fuera escuchar.
Por la lejanía de las explosiones pensé que no se iba a escuchar mucho en la grabación, estaba parado en el puente peatonal de El Metro en la Estación Envigado y desde allí se observaba a Itagüí, a un tramo de Envigado hacia el suroccidente y se veía a lo lejos una densa nube gris que lentamente se iba levantando sobre Medellín.
Esto fue lo que se escuchó: (grabación no modificada y con dos momentos, el primero faltando 10 para las 12, un silencio de cinco segundos y el segundo desde las 12 hasta las 12 y 10 de la madrugada. La grabadora fue una Sony ICD-PX720)
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A la par que veía y escuchaba la pólvora encendí la radio en mi referente navideño, Estrella Estéreo, ellos recibieron diciembre con grabaciones de pólvora mientras decían que esa era la única autorizada y que “ojalá no hubiera muchos heridos en la alborada”.
Esta declaración, cuando menos cándida, me hizo pensar que el primero de diciembre es una de las mejores muestras de la anomia que nos llena. Existe evidentemente un alejamiento entre las leyes y las prácticas culturales y cotidianas de las personas. Muchos salieron diciendo que la pólvora era algo cultural y que, por tanto, era prácticamente imposible de eliminar. Yo pensaba que cada explosión y cada luz en el cielo eran una burla a lo convenido socialmente como aquello que afecta la convivencia de la comunidad.
Por mí que se quemen los que decidan manipular pólvora detonante (con excepción de los niños que no tengan conciencia real de lo que significa hacerlo). Con lo que no puedo y me produce profunda indignación y rabia es que por culpa de unos irresponsables suceda que inocentes terminen heridos o muertos, merecen todo el repudio casos como el de la niña en Bello que perdió su globo ocular porque le cayó en el rostro el palo caliente de un volador, o el niño en La Ceja que murió atrapado en su casa por la explosión de una polvorería clandestina que tenía allí su padre.
Cifras que escuché hoy en Radio Reloj mencionaban que hasta las 10 a.m. de hoy 2 de diciembre iban en Antioquia 29 quemados, 14 de ellos en Medellín. Así no quedan ganas de volver a esperar diciembre, ni de salir a ver ni a escuchar la pólvora que para mi sorpresa se veía muy tecnificada en los aires, al punto que alguna simulaba la pirotecnia con luces que se desperdigaban o que tomaban colores rojos y verdes mientras caían (está prohibida pero cada vez es de mejor calidad).
Esta pólvora ilegal no merece sino rechazo, repudio, y ni siquiera la más mínima reproducción sonora en la radio. Cuando se dice que la pólvora está prohibida es PRO-HI-BI-DA y se le debe perseguir sin mayores miramientos. Que este diciembre no termine con un saldo trágico de muertes por culpa de la malentendida e irresponsable felicidad de unos pocos que, según el ruido del primero de diciembre, no son tan pocos.
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