El mismo lugar, el mismo día, dos horas diferentes.

Los colores del mundo cambian con las horas, con los minutos, con los momentos. Los colores del atardecer no sólo se manejan por el mandato del sol: aquel que vive y siente pinta los días a su antojo. Por eso si se está triste no hay más color que el gris (aunque la tarde sea luminosa), por eso si se está feliz no importa la lluvia o la aparente insipidez de la tarde: pase lo que pase ésta no dejará de ser hermosa.

Aquí el mismo lugar, el mismo día, dos horas diferentes.

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