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Las montañas

Estruendo, avalancha, silencio, polvo, todo ha terminado.

Una vez más se sacude el corazón al ver que nuevamente las montañas que nos protegen y abrazan se vienen contra nosotros, dejándonos dolor y desolación. Una vez más llega el silencio y la pregunta de cuántos más morirán, de cuándo será el día que podamos vivir tranquilos sin tener que mirar hacia arriba temiendo que la montaña en cualquier momento se venga contra nosotros a cobrarnos que la herimos, que le hicimos un mal corte para poder asentarnos allí y tener una vista imponente que domina el resto de ciudad.

¿Cuándo pasará un año sin hablar de víctimas humanas a causa de los deslizamientos en Medellín?, en esta ocasión varios medios se llenaron la boca diciendo “en un exclusivo sector”, pero eso no importa porque El Socorro, El Poblado, y tantos otros lugares de la ciudad que sufrieron y sufren continuamente con la realidad de los deslizamientos hacen parte de una única problemática que urge solucionar: no basta decir que están asentados en zonas de alto riesgo, no basta decir que la codicia de los constructores y la laxitud de los curadores que expiden licencias indiscriminadamente son la causa, no basta con decir que hay que reubicar 31.200 familias de Medellín que viven en zonas no recuperables.

¿Para dónde va crecer la ciudad?, la pregunta va más allá y está relacionada con el futuro de nuestra ciudad: si seguimos creciendo hacia arriba se harán cada vez más frecuentes las tragedias y los muertos porque la tierra no aguantará mucho más.

¿Para dónde vas Medellín?, ¿cuántos muertos más le entregarás a la ciudad como precio por el crecimiento?, no hay opción, queda simplemente llamar la atención de las autoridades: ellas son las principales responsables de saber en qué tierras estamos asentados y en evaluar rigurosamente qué determinaciones se deben tomar.

El ideal, que nunca se cumple, es anteponer a los intereses económicos y comerciales el interés y la problemática social: en Medellín tenemos un déficit de viviendas, problema que se agrava cuando miramos solamente hacia la montaña buscando los terrenos que aún no están habitados.

Hay que buscar otros espacios para seguir creciendo porque el dolor de los deslizamientos y de las víctimas que quedan sepultadas bajo el barro rojizo y los escombros no se puede repetir. El Gobierno municipal, que se escuda en el argumento de las zonas de alto riesgo como causa principal de las muertes por deslizamientos, debe guardar silencio en esta ocasión -como en la de El Socorro - pues las tragedias se dieron en lugares impensados, en los que se construyó con todas las especificaciones técnicas.



Deslizamiento en el Corregimiento Altavista, diciembre 2007.


La municipalidad debe salir a reconocer su lentitud en acoger las quejas de la comunidad, en saber realmente qué usos se hacen de las tierras baldías y en reconocer su lentitud para hacer análisis de las cuencas que brotan de nuestras montañas, que en estas ocasiones son el presagio agorero de una muerte segura, de una tierra que nos dejará inmovilizados, trémulos de pavor ante un volumen de tierra muy superior a nuestras propias fuerzas.

Yo no quiero que las personas de las laderas -tanto ricos como pobres- se acuesten temiendo que la montaña que está a sus espaldas se les venga encima. Yo no quiero que las montañas que están perfumadas por la libertad nos hagan presos del miedo, no quiero que Medellín se vuelva una ciudad temerosa porque no sabe a ciencia cierta de qué calidad y cómo están estructurados los terrenos en los que está asentada.

Llega la hora de trabajar, porque NO QUIERO VER EN LAS NOTICIAS MÁS VÍCTIMAS DE DESLIZAMIENTOS EN MEDELLÍN. Ni un muerto más por causas que se pudieron haber prevenido.

“Medellín, obra con amor” reza uno de los slogans de la actual administración, Medellín obrá con amor y presteza porque necesitamos entenderte y sentirte a profundidad, comenzando por tus suelos, terminando en tus sueños.

Los grandes sueños de los niños que murieron en El Poblado, los sueños de la gente que murió en El Socorro y los de tantas víctimas de nuestras laderas habrían podido continuar su rumbo de no ser por nuestra propia ineficiencia para manejar, o al menos entender con anterioridad, el territorio en el que vivimos.

Medellín, obrá con amor y entendé que antes que obras para mostrar a los extranjeros necesitamos un Plan de Ordenamiento que no sea violado y unas autoridades firmes ante los embelecos de la construcción y ante la idea de “progreso” que con ella vienen relacionados.

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