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Tres en tres

No tendré tiempo para pulirlas. Y no quiero dejar que se pudran. Aunque igual daría ponerlas hoy o en tres años. Sé que son de las cosas que vivimos todos los días, y no perderán vigencia.

1.Muero de a pocos. Mi mierda ya no tiene olor, mi aliento pierde frescura y cada vez es más difícil lavarme los dientes. Todo el día van conmigo minúsculas lagañas que mis ojos -venidos a menos- no alcanzan a ver bien. Comienza a impregnarse en mí el olor de la naftalina, el olor de virgen de iglesia que trato de evitar, que intento ocultar, que olvido porque mi sensibilidad ante los olores ya es mínima. "No te vistás con esos trapos", dice mi nieta. Me aferro al traje del pasado: nunca imaginé envejecer, menos en soledad. Hay días que, de sudadera  gris y camiseta blanca, me lleno de energía y voy a la gimnasia. Ya no bailo para seducir, me dijeron que era muy bueno para las articulaciones y para la artritis que me aqueja.

No hay recuerdos que logren calmarme la angustia que me traen estos días.

2. Hoy vi a tus padres de nuevo, luego de más de 10 años de no verlos. Reconocí a tu padre, no así a la madre que en esa época era una morena vital y rozagante. Iban bien vestidos, como lo manda su edad y el trabajo; ella de lila, él de traje oscuro.
Llevaban un paso sosegado, ese que da el comprender la vida después de haber corrido mucho.

3. Rumbo a mi trabajo
Camino entre la mierda lavada de gente que nunca conoceré. Que se esfuma en la madrugada y solo deja un zapato, un costal, un jirón de ropa en mi ruta al trabajo. Camino entre piernas acostumbradas al sexo sin amor y entre vaginas mojadas por polvos secos. Camino entre la basura -hoy vi un condón en el suelo- y entre las frutas envueltas en bolsas transparentes.

Camino, y alguien lava mis huellas. No huelo a nada. Mi mierda no es su mierda que, aunque lavada, queda impregnada en el ambiente, en las paredes, en las aceras.

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