Me siento a la mesa y saludo a mi costumbre.
No me detengo en ella. El silencio me señala y no llega ninguna palabra nueva a ganarle al tedio. La saboreo, me la como de a pocos.
Pregunto sin ánimo, tratando de atraer la vida. Ella gana, no encuentro nada diferente.
Me levanto sin pedirle permiso. Es la causante de mi ceguera, de la terrible aburrición cubierta por cucharas que chocan contra el fondo de los platos, por tenedores y cuchillos que trinchan. Almuerzo con personas, me acompaña la soledad.
Al final, quien creyera, llegó la esperanza en la angustia y la salida en el miedo de unos ojos sinceros que temen al futuro.
No me detengo en ella. El silencio me señala y no llega ninguna palabra nueva a ganarle al tedio. La saboreo, me la como de a pocos.
Pregunto sin ánimo, tratando de atraer la vida. Ella gana, no encuentro nada diferente.
Me levanto sin pedirle permiso. Es la causante de mi ceguera, de la terrible aburrición cubierta por cucharas que chocan contra el fondo de los platos, por tenedores y cuchillos que trinchan. Almuerzo con personas, me acompaña la soledad.
Al final, quien creyera, llegó la esperanza en la angustia y la salida en el miedo de unos ojos sinceros que temen al futuro.
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