Tres escritos en un día como ayer

1.

Hoy he visto pasar a todos los que he sido. A los que en algún momento viví y dejé atrás. Me recordaron que ha pasado el tiempo, que ya fui muchos y no sé donde se fueron.
Hoy, no sé quién soy, tampoco quiénes me esperan para que los viva.
¿Importa para algo saberlo? Desde chicos nos regalaron un completo juego de máscaras, de personajes por ser. Desde chicos nos dieron roles, con la libertad de elegir cuál de ellos protagonizar.

2.

No devuelve, dice el letrero del bus. Camino, inseguro, casi a tientas, dudando si serán pasos perdidos, si tendré que andar un camino doble, si no es mejor darlo por sentado. Mientras camino reconozco mi terquedad creyendo -tontamente- que me llevará a un buen fin.
Mienten. Valió la pena. No importa que otro día realmente no devuelva: llevar la contraria -con o sin sentido- produce un grato placer y, mucha veces, un saboreado sentimiento de orfandad no siempre placentero.

3.

Se paró con sus tenis rojos en el punto exacto donde creyó que se detendría el tren. Así no es la vida, amiga, los trenes también se retrazan o, incluso, cambian de rumbo sin importarles quién se lleven para siempre o a quién nunca recogieron.

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