El Limón (De un paseo que se convirtió en viaje)

Dos Kevin, Miyer y Jhon Éver fueron los mejores guías para caminar El Limón (caserío que se divide entre Santo Domingo y Cisneros).


Con ellos aprendí a qué sabe el conejo que sale de los trapiches y a entender cómo ven el hambre:

-¿Y a qué horas almuerzan ustedes?
-A lo que esté el almuerzo.
-¿Y a qué horas está el almuerzo?
-Eso depende, hay días que es a las 6 de la tarde. Otras veces es la única comida del día. Otras veces no hay.



Entre todas sus historias, la de Kevin (le dicen 'Saucito') fue la más triste. Su padre trabajó en La Chorrera y murió a los 45 años, pasó por todos los puestos pero sobresalió como arriero. Pasaba sus días entre llevar cargas de caña para el trapiche, y volver a casa con maíz para que su esposa hiciera arepas de chócolo. El cáncer se lo llevó a los 45 años, su esposa no volvió a hacer arepas y el hijo mayor de la casa -que cursó hasta séptimo- trabaja en el trapiche y ahora sostiene la casa. En El Limón extrañan las arepas de la casa de Kevin, que ya ha perdido tres años de estudio y recuerda con anhelo al profesor Carlos Mario, que se lo llevaron para otro corregimiento (Bellavista). "Ese día no me gusta recordarlo casi, lo lloramos mucho cuando se lo llevaron, es que era muy buen profesor, hasta jugaba fútbol con nosotros en los descansos".


Kevin, antes de despedirse, me regaló su último limón. "Para que se lo coma con el conejo".

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