A mis vecinos, y su concierto nocturno. Los amantes duermen, entre el silencio y la oscuridad, húmedos aún del festín de los cuerpos. Desnudos y separados, cansados después del amor. Ya pasó. Fue fugaz. Agitación, rechinar de cama mal aceitada, gritos que hieren la noche y crispan a los vecinos que anhelan su pasado –otros su futuro–. “¡Amor, regálamelo!”. Ella es la única que grita. Él permanece en el mutismo, en el ajetreo. Parece que llegó. Parece que llegaron. Sus carcajadas burlan la muerte. Mañana despertarán temprano, cerrarán la ventana. Pondrán en orden la casa e irán a trabajar. Vestidos de uniforme, con su lonchera de almuerzo, tomarán el bus. Antes se darán un beso y hasta la noche, donde ya no habrá sexo. Juegan a ser amantes, para salvarse del tedio.
Caminar por Otros Caminos.