Ir al contenido principal

Nos mintieron

Nos prometieron que, con apego a la constitución y a la ley, nos protegerían. Que, al ser ciudadanos, el Estado estaría allí para nosotros porque vivíamos en una Democracia. Desde el otro lado nos dijeron que había que buscar la revolución, que el cambio solo llegaría por las armas, que era necesario rebelarse ante un estado oligarca y opresor.

 

Nos mintieron.

 

Y nos dejaron solos con el anhelo de vivir tranquilos, amando el lugar que nos tocó en suerte al nacer, disfrutando de la familia y de los amigos, de los días de sol y de lluvia, del amor como solo se entiende entre las montañas, o en los llanos, o en las orillas de los ríos y del mar. El amor de todas sus maneras y colores, en todas sus manifestaciones y con todos los seres que nos rodean.

 

No solo nos mintieron: nos sembraron el odio y la violencia.

 

¿Qué siente alguien a quien le asesinaron a su ser amado y tiene la certeza de que no encontrará justicia? ¿Qué siente aquel que ve a sus hijos y tiene la certeza de que no hay comida para darles en la noche? ¿Y qué puede pensar aquel que ve que la justicia “es para los de ruana” y que a mayor poder mayor impunidad?

 

No solo nos sembraron el odio y la violencia, ocultaron sus rostros (y desaparecieron los cuerpos de los que amamos)

 

La violencia perdió su materialidad, se volvió informe y uniforme. Les impusieron otros sentidos a las palabras y trabajan a diario por mantenerlas así, torcidas, con discursos higiénicos que aparentan preocupación y dolor, y que prometen acciones contundentes cuando -al apagarse la tele- se van a dormir tranquilos y tranquilas, sin mover ni un dedo por cambiar lo que sucede.

Los actores de ambos lados -que no son solo dos lados y que forman parte del mismo entramado- ocultaron sus rostros y pretenden que no los nombremos, como no conocemos ni el nombre ni los rostros de quienes asesinaron a Javier Ordóñez o a Dilan Cruz, como pretenden negar los nombres y los rostros de quienes reclutaron a menores en la guerrilla o de los paramilitares que cometieron delitos sexuales y desaparecieron en ríos a miles de personas. Como no conocemos a quienes dieron las órdenes a todos los actores y permanecen en la sombra.  Es tan uniforme la violencia, y tan informe a la vez, que pretenden que olvidemos, que pretenden evadir su responsabilidad.

 

Ocultaron sus rostros (y desaparecieron los cuerpos de los que amamos) pero no podrán quitarnos nuestra capacidad de recordar, y de nombrar.

 

Yo acepto mis dudas. Acepto que me mintieron. Reconozco que aún no encuentro una respuesta, pero mientras tanto nombro y no dejaré de nombrar, para recordar de dónde vengo, para recordar que aún tengo -en compañía de muchos a quienes amo y conozco, y en ausencia de otros muchos a quienes amo sin conocer- bastante por aprender, y bastante por caminar. ¿Y vos, qué harás ante tanto dolor?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Por qué Pirulín con cola?

Pirulín con cola, pirulín con cola: que dos palabritas hacen una sola. En estos días de finales, en los que todos queremos salir a vacaciones y ya se empiezan a ver los adelantados alumbrados navideños -que en Medellín comienzan desde septiembre- me detengo un momento a contarles por qué el nombre de mi blog. Una vez estaba en casa de mi prima Maria Antonia -una pequeña de cinco años- cuando ella comenzó a cantar esta canción, que en original es entonada por los niños de Cantoalegre en Un, dos, tres por mí y por todos . La sensación que me despertó fue de sorpresa y alegría, verla cantar con la energía y candidez que solo tienen los niños fue recordar aquellas épocas en las que el tiempo no pasaba, tiempos en los que el único afán era salir al parqueadero a jugar con los amiguitos o esperar en la ventana de mi casa la llegada de mi abuelita, con quien jugaba tardes sin término para después caer rendido, dormido, al lado de alguien que vigilaba nuestro sueño. La niñez es como un su...

'Desgarradura' de Piedad Bonnett

Recomiendo su antología 'Los privilegios del Olvido'. Esta foto la tomé en Otraparte el 15 de noviembre de 2011. Hace unos días estuve en Otraparte, Envigado, escuchando a Piedad Bonnett. Recientemente ganó el Premio Casa de América de Poesía Americana por su libro 'Explicaciones no pedidas'. Hoy, Generación de EL COLOMBIANO, publicó su poesía 'Desgarradura', que escribió ella para su hijo -Daniel Segura Bonnett- cuando se fue a estudiar artes a Nueva York. La reproduzco aquí, tal cual salió en Generación, en memoria de Daniel (a quien no conocí) y por ser ella una de mis poetisas favoritas. Desgarradura Otra vez sales de mí, pequeño,                                            mi sufriente. Otra vez miras todo con mirada reciente, y llenas tus pulmones con el aire gozoso. Ya no lloras. El mundo, de momento, no te duele. Todo es tibio esta vez, caricia pura, como...

La tienda de doña Esther

Aún recuerdo el cáncer que la tiró a la cama, la delgadez con que terminó sus días comparada con el bulto que comenzó a crecerle en el cuello, hasta romperle la piel. Mi madre la auxilió, la limpió y la trató con amor. La tendera del barrio, la de gafas gruesas, pelo grisáceo y palabras pronunciadas con enojo y cariño, murió postrada en una cama. Fue de las primeras en llegar al barrio, adecuó con los años y el desempleo una tienda en uno de los cuartos. Nos fiaba porque confiaba en nuestra honradez. Mi madre, cada mes, se quejaba de las 'grandes' cuentas que dejábamos allí: mucha Coca-Cola, leche y muchos chicles. Fue con ella con quien aprendí el valor del dinero y de la costumbre. Aun cuando no estaba saludaba... -Buenas doña Esther, me hace el favor y me da... Y se los apunta a mi mamá. Compré motitas de 100, bombones arco-iris, chicles de 50 (cuál de ellos más duro) y pagaba con el billete verde de 200, el amarillo con naranja de 100 y el azul, como de muerto, de...