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Vergüenza de un retorno

Siento vergüenza, por decir lo menos, ante mi larga ausencia de estos lares. De este espacio que en últimas es mío y que por varias razones he dejado a un lado. He escrito poco estos días, como si la misma vida me hiciera pensar que no vale la pena gastar y gastar libretas tomando notas que nunca voy a revisar. Arrumes y arrumes de recuerdos que ya no recuerdo (ni sé si quiero recordar). Tengo más de 10 libretas por expulgar (ese es el término porque la tarea es sacar de ellas, hurgarlas, volver a vivir desde el papel) pero no me animo, es como una realidad cotidiana que me envuelve y no me deja ir atrás, no me deja regresar a esos viajes, a esos otros espacios que fueron míos momentáneamente tanto fuera como dentro de mí. Hay observaciones curiosas que sé que allí están pero aparecen en mi memoria informes, son instantáneas en letras, que uno recoge en la calle, con los amigos y con los que ama, y que de tanto en tanto escribe de afán... Para qué... Aún no lo sé.

Aquí va una de las hurgadas, de las expulgadas. Por algo se debe comenzar.

De acuerdo con los aspectos históricos de la sociedad colonial española imaginate un día en la vida de un negro...


DECLARACIÓN DE ODIO.

Odio la tierra que piso, la gente que veo y mi propia vida. Odio el papel en el que escribo y las palabras castellanas; aborrezco la chicha, las lisonjas y los ropajes. Detesto al blanco y su flojedad de ánimo, admiro a las indias pero amo a las negras, a ellas son a las únicas a las que les debo mis pocos momentos de placer y de alegría en este maldito lugar.

No tengo tiempo, no tengo memoria. Me quitaron lo que amaba, me arrebataron mi familia. De mi tierra me sacaron y me metieron en un barco lleno de desconocidos, de allí un viaje en el que casi pierdo la vida. La llegada, sí, a una tierra parecida a la mía que hoy ya no veo: desde la madrugada en la oscuridad de una mina,  lugar en el que acechan misterios y maldiciones, por eso el blanco aborrece entrar en ella y por eso el indio se murió en sus entrañas. Al final de la oscuridad el brillante salvador dorado, que nunca será mío.

Aquí vivimos en un mundo prestado al que nunca pedimos venir pero del que nunca podremos salir. Guardo silencio pero cuando puedo me gozo a los blancos que no tocan a sus mujeres porque lo creen pecado, que no sienten como deberían sentir y que prefieren estar rezando a figurines sin sentido y sin significado que estar admirando la belleza de los campos.

Nos tratan peor que los animales pero nos necesitan, nos ignoran pero nos temen: entre todos somos los más fuertes. Si algún día pudiera hacerlo me vengaría de tal modo contra todo lo que existe que sería poca mi vida para pagar por mis actos: ODIO Y ODIARÉ POR SIEMPRE.

(15 de septiembre de 2009).

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