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Mostrando las entradas de febrero, 2013

La Medellín que no entiendo

Cree en Dios, le reza al Diablo. Adora a la madre y se encubre en sus faldas.   No entiende razones: es el ombligo del mundo, y no admite la crítica porque aquí todo es lo mejor de Colombia, ¿o qué ciudad en el país tiene metro? Usted ya sabe de quién se trata. Viene del pueblo del azadón, del poncho y la ruana. Del negocio al interés. De la eterna primavera, la ‘tacita de plata’. Medellín, dice mi madre, no es ciega sino orgullosa de lo que tiene, y no es que le duela verse al espejo, para nada, prefiere simplemente ver lo positivo. La siento a ratos pacata, sofisticada y veredal. Hoy –si todo sale bien– será la más innovadora del mundo,   pero también es cruel. Nadie la entiende, ni los más viejos, y logra regenerarse y degenerarse a ritmo sin par. La quiero como a pocas, y la odio como a ninguna. Valoro su ritmo, a medio galope entre el frenesí y la calma; amo a sus amigos sinceros – que son pocos–, y me encanta verla florecida con sus guayacanes rosa, ...

La cocina que le tocó a mis abuelas

  Nuestra cocina, y el lugar donde nace el café. Un fogón, una olla y tiempo, que para muchas madres fue y es la vida entera. Turnos de 12 horas 7 días a la semana, disponibilidad permanente y nulo derecho a compensatorios u horas extras. La cocina es uno de los trabajos más desagradecidos que existe sobre la tierra, sino que le pregunten a mi mamá. Y no hablo de los chef, que la tomaron por profesión. Hablo es de las que acompañan a los chef y hacen el trabajo sucio, o de aquellas que lo hacen por obligación: porque hay que comer y alguien tiene que prepararlo.  Trabajan todo el día para 15 minutos a la mesa, ordenan los alimentos para un encuentro fugaz, que algunos desaprovechan comiendo frente al televisor o con el teléfono móvil en la mano. Muchos ni siquiera saborean y le preguntan a su paladar qué comen, eso sin contar los que menosprecian el esfuerzo y botan la comida que les hacen sin siquiera probarla. Mis abuelas entregaron sus vidas en la coci...